La luna juega en la noche de fuego
con sus resplandecientes rayos y
el viento estremece la soñada soledad.
El viento se pasea deprimido y melancólico
por las polvorientas calles del cuerpo
como aquel náufrago en el inmenso mar.
La noche sonríe y la luna la viste,
el viento la conoce y la arrulla,
ella se enamora del silencio,
encontrando abierto el libro de la vida.
Por Luis I. Rodríguez
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