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miércoles, 22 de abril de 2009

LA LITERATURA ES UNA AVENTURA





“Con facilidad se piensa y se acomete una empresa;
pero con dificultad las
más de las veces se sale de ella”.
Miguel de Cervantes


La Literatura es el camino que guía al hombre a la conquista del saber y del cosmos. El tránsito está lleno de abrojos, de valles y montañas. El campo literario es el principio y el fin del edificio cultural. La estructura del edificio literario ahonda en aquel terreno pantanoso y lleno de abrojos para pulir el temperamento indómito de un personaje atípico e intocable por el manto de la palabra. ¡Cuántos desean ser simples espectadores! ¡Cuántas teas querrán encenderse! ¡Cuántos desean ser llamados a seguir los pasos de ilustres literatos! ¡Cuántos reniegan por el abuso de la tea cavernícola! ¡Cuántos ciegos quieren ver las maravillas existentes! ¡Cuántos sordos desean escuchar el trinar melodioso de las palabras! ¡Cuántos personajes idear una quimera! ¡Cuántos seguir el ejemplo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote! ¡Cuántos desearan entender los mensajes de Sancho! .

La cima es aquella quimera quijotesca que oscila entre el idealismo y la realidad, entre el bien y el mal. Sin embargo, la idea original palpita y centellea en el abismo de la desventura, osando al pensante a hilar ideales y realidades. El episodio que enriquece el espíritu valiente y memorable es la aventura de “los molinos de viento”, gigantes que vencieron al Caballero de la Triste Figura cuando “arremetió a todo el galope de Rocinante... y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo” . La obra cervantina transmite una dualidad temática entre la aventura y la desventura, el amor y el desamor, la justicia y la injusticia, las armas y las letras, la belleza y la fealdad, Rocinante y el jumento, el Quijote y Sancho...

Al ilustre lector queda la insaciable tarea de vivir en el todo existencial las posturas de un benemérito caminante que con su acompañante soñaron enriquecer los pensamientos de historias concretas, de aventuras en la coexistencia del misterio de la palabra en los albores del siglo XXI.
La Literatura se nutre de las desventuras. La sabia literaria quijotesca está en la preocupación por ayudar al ser humano a través de sabios consejos a generar y posibilitar una salida a encrucijadas naturales. Razón tiene en enfrentar al sabio caballero el Duque, diciéndole “En fin, famoso caballero, no pueden las tinieblas de la malicia ni de la ignorancia encubrir y oscurecer la luz del valor y de la virtud” . Por eso, “has de poner en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey” .

El hombre es una paradoja en constante juego. El juego de la imaginación produce una ruptura epistemológica a partir de la lectura de la obra cervantina. La escisión de la realidad está representada en la dicotomía entre la subjetividad – la naturaleza humana - y la objetividad – la imaginación, la fantasía -, como aparece reseñada en el suceso con los cabreros, en el que las aventuras fluctúan entre lo inmediato y lo fantástico.

La Literatura es un juego de espejos – verdadero símil literario -. La partida original del escritor oscila en diversas dimensiones humanas, penetrando hasta las entrañas del lector y haciéndole catarsis en las vibraciones del entendimiento. La purificación está en el compromiso y responsabilidad personal. Por eso, el hombre tiene que mirarse en el espejo del texto. Este ejercicio exige un ingrediente de valor. La valentía es la figura del esfuerzo por trascender lo mundano en la búsqueda de ideales y de fantasías. Porque “no es valentía la temeridad. Las esperanzas dudosas han de hacer a los hombres atrevidos; pero no temerarios” .

En la Literatura, el texto habla por sí mismo. Cada texto es el espejo aventurero del escritor y del lector - la imagen patética está en el Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes -. Éste semeja aquel principio de la refracción. De ahí que, en cada acción protagónica, el avezado lector se siente comprometido a imaginar posibilidades en compañía del caminante y acompañante. Por eso, el lector está en libertad de tomar posición y hacer “vivir” la palabra escrita. Con razón Don Quijote dice “la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” .

La aventura quijotesca es nuestra realidad. La figura del caminante es nuestro yo reflejado y visualizado en la palabra hecha “risa”. ¿Quién no ha gozado con los episodios quijotescos? ¿Cuántos consejos meditados ha transmitido la Triste Figura? ¿Cuánta melancolía se ha vuelto sonrisa al despertar del letargo? ¿Cuántos problemas humanos han trascendido al éxito del saber? ¿Cuántas desventuras – aventuras transformadas en aventuras? Con razón el Quijote pregona con símiles literarios que “hombres bajos hay que revientan por parecer caballeros, y caballeros altos hay que parece que aposta mueren por parecer hombres bajos: aquéllos se levantan, o con la ambición, o con la virtud; éstos se abajan, o con la flojedad, o con el vicio; y es menester aprovecharnos del conocimiento discreto para distinguir estas dos maneras de caballeros, tan parecidos en los nombres y tan distantes en las acciones” .

Hoy la palabra está de fiesta. Danza con armonía el signo. La significación está viva en nuestro quehacer literario. El discurso cotidiano está plagado de sentidos versos. Las letras forman rompecabezas en procura de dar nuevos significados a nuestra tarea interpretativa de las obras literarias. Con razón “las letras sin virtud son perlas en el muladar” – respondió el hidalgo Diego de Miranda a don Quijote. Nuestro compromiso pende de la honestidad. Por eso, “la honestidad es una de las virtudes que el cuerpo y el alma más adornan y hermosean” .

Por Luis I. Rodríguez

martes, 7 de abril de 2009

LA PALABRA, UNA CAJA MISTERIOSA



“Letras sin virtud
son perlas en el muladar”.

Miguel de Cervantes

La palabra merece respeto. El hombre vive extrañado de sí mismo, con y sin la presencia del “otro”. El mundo parece una hoja de papel. Vivimos en él sin percibir la presencia del Valor Supremo. Los lamentos son las tinieblas penetrantes en las relaciones humanas petrificadas por la ignorancia del valor de la ‘palabra’ en el contexto personal y colectivo. Parece insignificante ser ‘alguien’ valioso. Atreverse a pensar es un castigo. Preguntar algo, una ironía. Saber acerca de algo, un maltrato personal. Leer una utopía, un castigo, un lamento, un sinsabor. Pero, la ausencia trae consigo “presencia”. Por eso, la ‘palabra’ es el signo fundamentador de la comunicación humana, como apertura a la presencia del “Otro” y de mí mismo en el cosmos.

La ‘palabra’ es una caja misteriosa que guarda en el interior una potencialidad significativa. Es la semilla generadora de “sentidos”, de sendos discursos inteligibles en la cotidianidad. Ella nos saca del pantano y tiende el hilo conductor de la imaginación. La ‘palabra’ es como aquél símil de Saint-Exupéry en El Principito “... - Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Quedé verdaderamente sorprendido al ver iluminarse el rostro de mi juez: -¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que necesitará mucha hierba este cordero?”. La visualización del horizonte interno está en caminar, sin dejarnos alcanzar por los pasos ya recorridos. La tortuga lucha a merced de sí misma. Nunca está vencido quien camina sin mirar atrás.

La energía del pensamiento vive en cada ser humano. Ésta se puede materializar en “algo”. Las ‘palabras’ están ahí para servir de puente entre tú y nosotros, entre yo y el “Otro”. Y, ¿quién es el Otro? Es la persona que me permite entrar a su ser. Es la proyección de mi yo. Es mi alter ego. Si mis ‘palabras’ imposibilitan una sonrisa, las relaciones se cosifican y el corazón se estremece en una aproximación al amor, al respeto, a la comprensión, a la solidaridad... Por eso, cultive el hábito de la lectura y use vocablos dignos de su ser.

La ‘palabra’ es el camino indispensable para construir puentes dignificantes entre los hombres. La ‘palabra’ soluciona las guerras fratricidas y posibilitan hermandad y progreso. Pero detrás del compromiso personal se esconde el egoísmo, la envidia, la simulación, la mentira. ¡Cuántas posibilidades perdidas para cimentar el edificio personal! ¡Cuánta hipocresía reina en el uso de la ‘palabra’ en procura de solucionar un conflicto! ¡Cuánta violencia generamos con nuestra actitud mezquina y vaga! ¡Cuánta tristeza esconde nuestra mirada! ¡Cuánta ‘palabras’ cargadas de violencia, mediocridad e irrespeto en el proceso de comunicación! Somos los protagonistas cargados de indiferencia y superficialidad. Demos una oportunidad a nuestro ser y pidamos perdón a la misma ‘palabra’, a la jerga contaminada, por ser como somos. Las posibilidades en el uso de la ‘palabra’ están aquí y ahora. Por eso, la barbarie envejece, la ‘palabra’ real ennoblece y da vida. La palabra da vida cuando es vida.

Con razón Richard Bach afirma que “para comenzar… tenéis que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la Gran Gaviota, y todo vuestro cuerpo, de extremo a extremo del ala, no es más que vuestro pensamiento… Y aunque intentó parecer adecuadamente severo ante sus alumnos, Pedro Gaviota les vio de pronto tal y como eran realmente, sólo por un momento, y más que gustarle, amó aquello que vio. ¿No hay límites, Juan?, pensó, y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado". En consecuencia, la ‘palabra’ es el corazón viviente del ser pensante.

Por Luis I. Rodríguez