El abuelo llevaba en sus hombros un saco pesado. Las fuerzas estaban flaqueando, pero se esforzaba y se quejaba con su amigo imaginario. Un lamento se dejó entrever en su caminar, porque cada quien habla a diario con su interlocutor.
El amigo le animaba con el pensamiento, aunque no le podía ayudar. Pensaba en aquellos momentos felices de su niñez, eran su consuelo. Caminaba despacio, las gotas de sudor caían lentamente como pequeñas piedras que gimen bajo su carga.
El sendero era estrecho y la naturaleza pródiga, cuando se le acercó un niño y le preguntó: "señor, ¿qué llevas ahí? ¿te puedo ayudar?" El abuelo refunfuñando y con una mirada perdida en el horizonte respondió: "mis zozobras, mis pesares, mis desencantos, mis angustias..."
Jack sonrió, pareció no entender. Se hizo el desentendido. El silencio abrigó la compañía. Los dos se miraron sin pronunciar palabras. La mirada del anciano se perdía en el horizonte; algo le interrogaba. Sentía la presencia de algo. La respiración profunda del niño animó el ambiente. Una sonrisa enmudeció al anciano. Jack invitó al descanso y aceleró la afirmación: "sería interesante valorar tu carga y examinar tus zozobras, tus pesares, tus desencantos, tus angustias..."
Gregory vaciló y sintió miedo. Las manos temblaban como si tuviese una enfermedad. Quiso tararear una canción de cuna o pronunciar una palabra. La impotencia se apoderó de su ser. La nada le invadía. Su mirada seguía como perdida. El viento le animaba y era su dulce compañero.
Jack se acercó y animó a Gregory, quien permaneció mudo. Una sombra negra pasaba milimétricamente y el silencio atestiguó la vacuidad.
"Déjame ayudar a llevar tu saco", dijo Jack. No, contestó el anciano. Eres un niño para llevar cosas tan pesadas y ajenas. Los hombres deberían llevar consigo sus cargas. Jack sonrió e invitó al anciano a mostrar el saco. Así lo hizo, pero, he aquí el saco estaba vacío.
"En realidad, dijo el viajero, había en el saco dos cargas demasiado pesadas para ser soportadas por mortal alguno; pero había olvidado que una era de ayer y se fue"; "¿Y, la otra...?", preguntó Jack. "La otra era de mañana y no ha llegado aún...". La vida es una constante batalla entre el sentido y el sinsentido. La vida tiene sentido cuando el hombre comienza a vivirla a plenitud.
Jack sonrió al escuchar la sentencia y le dijo al abuelo: "el hombre se dobla bajo el peso de las zozobras, de las angustias de ayer y de mañana... El hombre tiene que aprender a llevar el saco de la vida desde hoy. Gregory siguió el consejo y se puso en marcha. Hasta hoy, no lo he encontrado...
El amigo le animaba con el pensamiento, aunque no le podía ayudar. Pensaba en aquellos momentos felices de su niñez, eran su consuelo. Caminaba despacio, las gotas de sudor caían lentamente como pequeñas piedras que gimen bajo su carga.
El sendero era estrecho y la naturaleza pródiga, cuando se le acercó un niño y le preguntó: "señor, ¿qué llevas ahí? ¿te puedo ayudar?" El abuelo refunfuñando y con una mirada perdida en el horizonte respondió: "mis zozobras, mis pesares, mis desencantos, mis angustias..."
Jack sonrió, pareció no entender. Se hizo el desentendido. El silencio abrigó la compañía. Los dos se miraron sin pronunciar palabras. La mirada del anciano se perdía en el horizonte; algo le interrogaba. Sentía la presencia de algo. La respiración profunda del niño animó el ambiente. Una sonrisa enmudeció al anciano. Jack invitó al descanso y aceleró la afirmación: "sería interesante valorar tu carga y examinar tus zozobras, tus pesares, tus desencantos, tus angustias..."
Gregory vaciló y sintió miedo. Las manos temblaban como si tuviese una enfermedad. Quiso tararear una canción de cuna o pronunciar una palabra. La impotencia se apoderó de su ser. La nada le invadía. Su mirada seguía como perdida. El viento le animaba y era su dulce compañero.
Jack se acercó y animó a Gregory, quien permaneció mudo. Una sombra negra pasaba milimétricamente y el silencio atestiguó la vacuidad.
"Déjame ayudar a llevar tu saco", dijo Jack. No, contestó el anciano. Eres un niño para llevar cosas tan pesadas y ajenas. Los hombres deberían llevar consigo sus cargas. Jack sonrió e invitó al anciano a mostrar el saco. Así lo hizo, pero, he aquí el saco estaba vacío.
"En realidad, dijo el viajero, había en el saco dos cargas demasiado pesadas para ser soportadas por mortal alguno; pero había olvidado que una era de ayer y se fue"; "¿Y, la otra...?", preguntó Jack. "La otra era de mañana y no ha llegado aún...". La vida es una constante batalla entre el sentido y el sinsentido. La vida tiene sentido cuando el hombre comienza a vivirla a plenitud.
Jack sonrió al escuchar la sentencia y le dijo al abuelo: "el hombre se dobla bajo el peso de las zozobras, de las angustias de ayer y de mañana... El hombre tiene que aprender a llevar el saco de la vida desde hoy. Gregory siguió el consejo y se puso en marcha. Hasta hoy, no lo he encontrado...
Por Luis I. Rodríguez
Hermoso relato, lleno de sentimiento y moraleja, me quedo con:
ResponderEliminar"La vida es un sin sentido cuando el hombre comienza a vivirla en plenitud"
Un agarimoso saludo.