Las gotas de lluvia caían precipitadamente contra el vidrio de mi alcoba. Sentí alegría al escuchar la presencia de alguien. Quizá estaba cansado, agitado en el mundo de oscuridad. Sonreí al contemplar las maravillas existentes que giraban a mi alrededor y recibí la fría brisa de la mañana.
Las plantas parecían reverdecer del agite mundano. Se preparaban para un nuevo día laborioso. La belleza estética estaba ahí llamándome e invitándome a soñar. Pasé desapercibido sin sentir la Ley de la Vibración Universal. Pareció derrumbarse el piso de mi horizonte cósmico. La angustia deambulaba taciturna y los pasos dados parecían alcanzarme día tras día. Mi obra teatral estaba siendo desnudada por vientos tormentosos. La lluvia continuaba.
Una gota de agua despertó al espíritu sediento y el recinto –de repente- retomó las fuerzas necesarias para identificar el itinerario. La caja misteriosa rompió el cubo de la máscara y caminé sereno por el laberinto en la búsqueda de una estrella en el firmamento. La luz centelleante guió a la musa en lo ininteligible del cosmos. Las imágenes vibraban y parecían acercarme a la cima de la empinada montaña.
Permanecí extasiado y un frío penetrante vino de la montaña. Una voz lejana me llamó. Fuiste tú... Cuando desperté, sentí tu presencia, pero no, tú no estabas ahí...
Las plantas parecían reverdecer del agite mundano. Se preparaban para un nuevo día laborioso. La belleza estética estaba ahí llamándome e invitándome a soñar. Pasé desapercibido sin sentir la Ley de la Vibración Universal. Pareció derrumbarse el piso de mi horizonte cósmico. La angustia deambulaba taciturna y los pasos dados parecían alcanzarme día tras día. Mi obra teatral estaba siendo desnudada por vientos tormentosos. La lluvia continuaba.
Una gota de agua despertó al espíritu sediento y el recinto –de repente- retomó las fuerzas necesarias para identificar el itinerario. La caja misteriosa rompió el cubo de la máscara y caminé sereno por el laberinto en la búsqueda de una estrella en el firmamento. La luz centelleante guió a la musa en lo ininteligible del cosmos. Las imágenes vibraban y parecían acercarme a la cima de la empinada montaña.
Permanecí extasiado y un frío penetrante vino de la montaña. Una voz lejana me llamó. Fuiste tú... Cuando desperté, sentí tu presencia, pero no, tú no estabas ahí...
Por Luis I. Rodríguez
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