viernes, 19 de junio de 2009

LA BÚSQUEDA DE UN PRINCIPIO


El agua es el elemento fundamental.
El líquido es la fuente de la vida.

El agua salió de la diosa madre de los hombres
Y a ella regresó después de poblar la tierra

Mediante su exuberante fecundidad.

Mito de Bachué



El pensamiento prefilosófico y literario de nuestros antepasados conlleva un desarrollo cultural que ha traspasado las fronteras en donde los intelectuales de hoy se sienten asombrados por su originalidad en el pensar y en el quehacer cotidiano. Las capacidades del aborigen son el fruto de la interacción con el mundo maravilloso, adoptándose a unas condiciones específicas. El hombre ya no vive en un mundo puramente físico sino que aprovecha su silencio para sentir el aroma de la vida y comenzar a justificar su presencia, danzando armónicamente en la búsqueda de sentido cósmico y antropológico.

Nuestros ingeniosos pobladores cantan a la naturaleza, admirando la belleza e ideando una purificación del espíritu. En la lucha por la subsistencia trabajan en la búsqueda de la propia identidad a través del mito , de lo maravilloso del saber. Sus expresiones manifiestan un claro conocimiento de su entorno, de sus necesidades. Por eso, “el hombre trata de ser aquello que lo asombra. Surge el ritmo al tratar de consonar con lo maravilloso. Surge la danza. Ya el danzante es aquello. Ya en él está la presencia. Es el Dios. El origen: árbol, río, bestia... y en los giros de la danza emerge el arquetipo que dará validez a los usos, a las costumbres. Surge la forma, la realidad ejemplar, la que justifica” .

Esta expresión primitiva y espontánea de la realidad tal como la percibe intuitivamente nuestro antepasado es el inicio de lo literario y de la prefilosofía. Él busca el fundamento de la quimera, encontrando modelos con los que se identifica y trata de comprender la realidad para seguir la dialéctica de lo natural.


La poesía indígena presenta una forma especial de cantar a la vida, a la naturaleza, a la creatividad. Los cantos prometen un conocimiento de búsqueda de los orígenes, de la relación al ‘Padre dios poderoso’ y de una esperanza del hombre a ‘crecer’ en unidad y armonía (Muiscas).

El poema de la creación de los indios ‘Koguis’ produce admiración por su concepción y profundidad. Lleno de imaginación, logra adentrarnos al conocimiento cosmológico de su tiempo. Los describe a ‘Aluna’, Madre del Agua – pensamiento o idea, memoria -. Los indios Huitotos siguen indagando por el primer principio. Su personaje es el ‘Padre, quien toca una quimera y la piensa para sí’. La cosmovisión tiene un carácter natural.
Estos personajes crean y estructuran su cosmología desde sí mismos y para sí mismos. Ven el mundo lleno de posibilidades. En él buscan el sentido a su destino, dando cabida al asombro, a la danza, a la fiesta, al ritmo del amor. Su lenguaje no traiciona las referencias particulares de las destrezas intelectivas y definen con autenticidad el pensar y el cantar.

El mundo del mito, de la poesía es el medio por el que puede explicar y darse a conocer ese aborigen para ser acogido, respetando la fidelidad, su sentir lúdico.
El indígena habla de un tiempo antiguo y a la vez de un tiempo mítico, que es necesario perpetuar y conocer. Pasado y presente se funden en un futuro interpretativo del destino histórico. De estos pequeños testimonios y experiencias poéticas y míticas, se deduce la fina sensibilidad de su espíritu, de su imaginación creadora, de su organización social, de su cosmovisión.

La cultura muisca forja el alma colombiana, alcanzando una conciencia de su condición humana, no comparable a animales u objetos. La valoración humana, tan esencial, se encuentra entre los mitos de Bachué y los Príncipes Creadores. El contexto cultural comprende elementos de la era matriarcal (Bachué). Su elemento vital es el agua, nacimiento, desarrollo y regreso, porque “del agua salió la diosa madre de los hombres y a ella regresó después de haber poblado la tierra mediante su exuberante fecundidad” .

La cosmovisión muisca tiene una elaboración intelectual de avanzada. El hombre tiene un origen divino y es una parte – por mínima – del mundo, que tiene sentido y pertenece a la totalidad. Su pensamiento guarda continuidad y armonía entre lo divino, natural y humano. Se da una ligazón que esclarece cada momento.

El ‘dios civilizador’ es un ser cercano y humano que pretende hacer original al hombre muisca en la toma de conciencia de su desarrollo cultural. Por eso, él no vive aislado. Está en constante interrelación económica, de comercio. De organización, de justicia y de división social.
El desarrollo cultural es de fecunda creatividad; de ser prácticos en su organización familiar y política. Reciben de Bochica “leyes y modos de vida... Les dio los preceptos morales y religiosos... Les enseñó la solidaridad humana que consistía en ayudar a los necesitados, cuidar y atender a los ancianos, velar por los enfermos...” . Existe un compromiso y una tendencia de pensamiento humano, de no-violencia, de una especialización en el trabajo, de buscar superar las inclemencias climáticas y geográficas.

El sentido de justicia muisca tiene como fundamento la valoración humana – los hombres son descendientes de la divinidad -, la búsqueda del bien común – satisfacción de las necesidades -, el respeto y la obediencia, la convivencia social y la organización de vida familiar, social, religiosa... Con ello, “lo humano es el elemento predominante en toda su vida y que sobresale como preocupación constante. El aprecio por lo humano fue su máximo valor” .


El pensamiento muisca sorprende por su elaboración y estructura concatenada a un ‘Dios creador, trascendente’ y al valor del hombre que lucha en su comunidad humana por llegar a proyectarse en una vida más plena. Ahora bien, nuestra función es la de recuperar aquellos escritos olvidados que traen un pasado lejano y desconocida para incorporarlos a nuestro devenir histórico. La palabra debe recibir un nuevo aire y calor de significados más humanos. La palabra viene a ser el principio de aquellos textos que producen satisfacción en el encuentro y desencuentro del pensar a la luz de la Historia.

Por Luis I. Rodríguez

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