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lunes, 18 de enero de 2010

MI VIEJO CARNAVAL



... Y fue al atardecer, principio del mes de Enero. Las fiestas del carnaval transcurrían y el pueblo esperaba con ansiedad la diversión.

¡Qué hermoso espectáculo! Los campesinos corrían sedientos hacia el corral. La música de acordeones y de cuerda animaba y fortalecía el espíritu humano. La sed de ser el mejor estremeció al inquieto visitante. Las danzas abrieron plaza presurosas. Las camisas multicolores transmitían la alegría del campesino.

Una polvareda se notó en el camino. Un torbellino elevó su espiral hacia el firmamento. Los niños y las mujeres gritaban de alegría. Alguien saltó al ruedo. Una sonora ovación se escuchó en el fondo de la pequeña plaza. La osadía del hombre estremeció al más valiente. El capote era la camisa multicolor y el animal corría presuroso, quizá estaba asustado.

Un extenso pase de pecho alivió a la muchedumbre y un olé se escuchó en los tendidos. Los gritos animaban a los músicos, que hicieron retumbar sus instrumentos. Se escuchó un hermoso paso-doble de antaño. La muchedumbre reía y lloraba... Los comentarios no se hicieron esperar.

La música acompañaba la faena multicolor. La brisa campesina de alegría animaba la batalla sin igual. Un afarolado abanicó la faena. El desplante no se hizo esperar. La multitud coreaba el valor del matador.

Un paso tras otro penetró en la arena. Las huellas fueron testigo fiel de aquel soberbio toque de pitón a pitón. Extendí la mano y acaricié las astas. Sentí miedo, un frío corrió por mi cuerpo.

Me estoy quedando solo en mi viejo carnaval, oyendo la música de esperanza en mi soledad.

Por Luis I. Rodríguez

miércoles, 9 de septiembre de 2009

TUS HUELLAS



Tus huellas, impactan en el silencio del alma,
estremecen el interior
de la conciencia en el constante
peregrinar del pensamiento.
Las peregrinas huellas suavizan
la sensibilidad de los sentimientos
en mudas palabras que proyectan la magia
de la fantasía en un esbelto cuerpo celeste,
dulce compañía al amanecer...

¡Qué ilusión se encamina hacia el lecho
vacío y frío de un nuevo día!

Tus pensamientos son una fuerza imaginaria,
perspectiva de un camino en la montaña,
vaivén de una ondulación corporal,
imagen reluciente de un símbolo de luz
en el laberinto de la vida, encrucijada del árbol
que sombrea su imagen escuchando
el silencio de la noche que ofrece
el cuerpo con sus ramas
para ascender al césped vivencial
de una ensoñación al amanecer...

¡Qué ilusión se permea en la fatiga
al oír llorar el árbol pensante!

Me pregunto si todo árbol pensante
puede escuchar el sonido de la naturaleza
y la vibración del alma, cuando recorre
la fúlgida noche y busca la paz interior...

¡Qué tristeza el árbol pensante no
ha dejado huellas en su caminar!

Por Luis I. Rodríguez