Por un instante, sentí un vacío
al observar el infinito,
el horizonte danzaba
peligrosamente.
¿Quién iba a pensar
en una perspectiva,
en un momento tormentoso?
¿Cómo una gota de agua
iba a despeñarse
como una ráfaga de fuego en
la oscuridad existencial,
al son de un torbellino de olas?
¿Cómo no pensar en nuestro ser?
Y las ondas permanecían ahí,
al son del vals de las mariposas...
Una gran ola arrasó al principiante y
la playa recibió su dolorido cuerpo...
Por Luis I. Rodríguez
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