martes, 23 de marzo de 2010

EN EL ACANTILADO




Caminamos fortalecidos hacia el acantilado,
recorremos el camino con el pensamiento.
Un águila extiende sus alas
danzantes y sensibles de ilusiones.

El peregrino se angustia de la inmensidad,
el pobre árbol extiende sus ramas aventureras,
la montaña abre la puerta de la hermandad,
en las cumbres rocosas, el amor existe.

La brisa refresca el cuerpo peregrino,
en el acantilado el eco retumba adolorido.
La voz de la conciencia pregunta en el vacío
por el sentido del azul lejano en trascendencia.

La conciencia del hombre grita Libertad
en el manantial inexistente en la cima,
el árbol perplejo mueve sus alas al azar
cuando caen sus hojas de pensamientos.

Siento la mirada perdida en la cima,
una embarcación de vida en el horizonte
está devorando la mar de ilusiones,
un pensamiento gime tiempos irreales.

Sereno en mi confianza lucho con justicia
al ver una tarde oscura en la penumbra,
tus pensamientos vierten ondas de amor,
tus palabras traen aromas de rosales.

Quiero sentir la fuerza de tu pensamiento
guiando el regreso a tierra firme.
La luz hizo en mi corazón
el camino de claridad.

Por Luis I. Rodríguez


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