Desperté con la silenciosa Mar, su brisa
me asía contra su pecho irreverente y chispeante.
El ilimitado azul extendió su profundidad,
se me invitaba a pensar con la energía
que brotaba del corazón salino…
En la lejanía, una montaña de vida yacía,
llamándome a escalar en fantasía...
Una luz encegueció mis ojos, y mi cuerpo
pareció perder vitalidad al instante…
A bordo de un extraño y viejo navío,
sentí el abrazo de la brisa sibilante...
Una ola musical extendió su brazo,
acarició la frágil máscara solitaria, que
adormilada en la proa de la vida estaba…
Una gota de agua calmó la sed del indefenso y
los pensamientos iniciaron su viaje en escala…
Una sílaba cupular estremeció el lecho absorbente,
vislumbrando el horizonte solar, cuyo círculo
imaginario iluminó la mente cansada
en aquel oasis de eternidad y vida...
El melancólico crujir naviero
giró ondulante al éter vivencial,
una luciérnaga imaginaria visitó al viajero,
estremecido por la furia de las aguas
y un suave viento reconcilió la estadía…
Una voz impetuosa castigó
al osado náufrago a regresar
a la vida crepuscular, camino de vida,
al escuchar la voz del silencio,
Por Luis I. Rodríguez
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