En el siglo XIX apareció la gran figura de la Filosofía, Friedrich Nietzsche (1844 – 1900), cuyo pensar giró entorno a la exaltación de lo vital y afectivo e hizo frente al racionalismo hegeliano y al positivismo.
Su trayectoria filosófica conllevó una crítica a los conceptos de la cultura occidental –filosofía, religión, moral, política -, e intentó una profunda comprensión de la vida. El filósofo tendrá que reflexionar sobre la vida y desenmascarar aquellas ideas tradicionales. El filósofo no podrá seguir cargando aquellos conceptos socráticos, platónicos ni medievales.
Ahora bien, a partir del texto “De las transformaciones”, en primera instancia, el camello lleva como carga los valores establecidos, la carga de la moral, la carga de la cultura y de la educación. El camello –como animal de carga- obedece la autoridad del amo, se inclina y no se queja de la pesada carga. Es sumiso y se limita a rumiar, a seguir el camino.
En segunda instancia, el camello se convierte en león. El hombre está cansado de soportar la carga y se revela contra el amo y destruye aquellos valores establecidos. Es aquí cuando surge el león, el hombre como ser crítico de sí mismo. No bastan los conceptos del racionalismo. El león impone su fuerza – su voluntad – “mas crearse libertad para un nuevo crear” –, un nuevo hombre, el superhombre.
Finalmente, el león se convierte en niño – un ser capaz de crear -. La inocencia es la fuente de la creación y el sendero capaz de proyectar nuevos valores y nuevas estructuras con auténtica libertad.
El niño es juego, un nuevo comienzo, creador de nuevos valores: “el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo”. Con razón, el niño es la manifestación de la vida.
Por Luis I. Rodríguez
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