miércoles, 1 de abril de 2009

EL MITO, UNA APERTURA


“Un objeto o un acto no es real
más que en la medida en que
imita o repite un arquetipo”.
M. Eliade


La Literatura es la vida del hombre. Se hace realidad a través de la palabra. El juego de la palabra hace sonreír a quien descubre una oportunidad en la vida. En la lejanía y en la oscuridad se esconde la verdad cósmica del signo – significado, significante -. La aventura comienza cuando se osa en los riscos de la montaña. Cada montaña guarda un misterio y el hombre se aventura a encontrar las fuerzas secretas que invaden el intelecto.

La Literatura es el campo de la cultura poética y de la belleza perpetua de la palabra que se ha desarrollado a partir del “Mito”. El mito traza un camino semántico para la solidificación de la civilización y para la comprensión de las tradiciones culturales. La tarea del principiante es entender aquella estructura social y ver que las palabras escritas tienen la capacidad de perdurar en el tiempo con sentido actualizante. La palabra es un misterio permanente. Con razón Azriel Bibliowicz afirmó que “las palabras son las figuras que tenemos para capturar la realidad, volverla nuestra. Para recrearla de nuevo” .

La Literatura es el juego que captura y recrea al hombre a partir de los mitos universales. El mito es la mar de navegación y la inmensidad celeste. Por eso, “el mito – para Mircea Eliade - cuenta cómo, gracias a las hazañas de los seres sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución” . El fin del mito es “tratar de interpretar la vida y los fenómenos humanos”, desde el origen. Por eso, el mito describe las irrupciones de lo sagrado en el mundo. Nuestra misión es comprender, entender e interpretar el drama de la sacralidad en el mundo.

El mito es el arquetipo que posibilita la interpretación de la realidad . Es a partir de él que la ficción literaria traza el camino para gozar en la búsqueda aventurera del primer principio de las cosas. Las cosas u objetos guardan una legitimidad y una legalidad inminente. A tiempo, cada cosa tiene un dinamismo e impulso que le permite hacer un llamado de atención. El hombre se siente atraído por el dinamismo y su ritmo cósmico. Esta relación sensible de la cosa engendra y posibilita un activismo hacia el hombre – sujeto cognoscente -. La apertura radica en descubrir el misterio de las cosas.

Las cosas guardan en sí mismas un misterio o una fuerza extraña a identificar, a descubrir, a comprender e interpretar. Si el hombre griego se admiraba del cosmos y el precolombino de las maravillas existentes en nuestro continente, ¿por qué hoy abandonamos el protagonismo interpretativo de nuestra historia? Si los Mitos son los forjadores de la cultura, ¿por qué no descubrir y comprender los hechos de nuestros antepasados? Vale la pena trazar un camino en el laberinto literario y aproximarnos al conocimiento de nuestro quehacer.

La solidificación de nuestra morada cultural se fundamenta en la evolución del conocimiento de los mitos y leyendas. Si el hombre griego ideó los mitos para enseñar al hombre a encontrar el equilibrio cósmico, los ideales de perfección y de trascendencia, ¿por qué no aventurarnos a descubrir el valor de las cosas y lo absurdo en lo que parece real?

En conclusión, el mito es la apertura substancial al conocimiento de la armonía cósmica y de su semántica, en la que según Jorge Luis Borges “los objetos se vuelven palabras y las palabras son los objetos” que transmiten un misterio porque “Si (como el griego afirma en el Cratilo) / El nombre es arquetipo de la cosa, / en las letras de rosa está la rosa / y todo el Nilo en la palabra Nilo”. La fuerza extraña está en mi potencial por trascender significados que posibiliten el advenimiento de verdades .

Por Luis I. Rodríguez

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