jueves, 15 de abril de 2010

SERENIDAD VIVIENTE



Cae la penumbra en silencio.
Los niños llenos de ilusión juegan en la orilla del mar.
El mar tienta con sus aguas tibias el navío
del humano que descansa en el horizonte.

Acaricia la brisa vespertina al caminar.
El miedo carcome la profundidad
existencial de aquel náufrago tendido
en la nave perdida, el ocaso viviente.

Cae la obscura noche al descansar.
Los rayos de la aventurera acompañan
la soledad de un amor poético
deslizando su mano en la figura corporal.

Permanece en la inmensidad, el vacío.
Una sonrisa vagabunda proyecta
alegría a quien interpreta la oscuridad
sedienta de una quimera en el tiempo.

Escuche el grito de un amor alucinante.
La montaña negra seduce con su encanto
aquellas figuras bronceadas de ilusión.
El tiempo se transforma con serenidad.

Juega el niño con serenidad.
La arena se desliza entre los dedos,
el tiempo transforma la sabiduría y
el amor busca la paz interior...


Por Luis I. Rodríguez

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