miércoles, 27 de enero de 2010

HERMOSA MELODÍA




Sedientos de melodías yacen los peregrinos
en el escenario taciturno en el teatro de la vida,
parece existir un absurdo en la existencia:
el hombre ríe asombrado al contemplar el cuadro vivencial.

Hermosa melodía escuchamos al atardecer
cuando vibran las cuerdas del alma en profundidad,
la piel se estremece al son de las quimeras
anhelantes del níveo dentro de nuestro ser.

La secuencia lógica derrama un canto de vida,
la luz proyecta la alegría al contemplar la escena,
el manjar encantado de una tonada descuelga
la sonrisa del amante ruiseñor en el vaivén encantador.

Las antenas curiosas se deslizan para escuchar
la vibración del alma de nuestro ilustre espectador,
el pensamiento transforma la ironía en escena
de un reflejo musical del espectador en vida.


¡Qué bello ejercicio de la función teatral
en el viaje sereno al soñar con una proyección musical!

Por Luis I. Rodríguez

sábado, 23 de enero de 2010

CAPULLO DE NUESTRO SER




La rosa sonríe desde su ser,
mostrando su vigor natural.
Una espina esconde una sonrisa,
acariciando la mano extendida.

La rosa está sedienta de amor,
irradiando su púrpura de luz
vuela misteriosa de ilusiones,
camino encantado de imágenes.

La rosa vibra de alegría escarlata,
al paso del viento encantado,
desplegando un amor diáfano sonoro
en la búsqueda de la tea existencial.

La rosa irradia su luz amorosa
en el profundo lecho de la naturaleza,
el hombre es el tallo pensante
que levanta sus brazos al firmamento.

La rosa destella su imagen protectora
al danzar con el aroma del amor,
una ensoñación, una caricia, una mirada
penetra hasta el capullo de nuestro ser.

Por Luis I. Rodríguez


lunes, 18 de enero de 2010

MI VIEJO CARNAVAL



... Y fue al atardecer, principio del mes de Enero. Las fiestas del carnaval transcurrían y el pueblo esperaba con ansiedad la diversión.

¡Qué hermoso espectáculo! Los campesinos corrían sedientos hacia el corral. La música de acordeones y de cuerda animaba y fortalecía el espíritu humano. La sed de ser el mejor estremeció al inquieto visitante. Las danzas abrieron plaza presurosas. Las camisas multicolores transmitían la alegría del campesino.

Una polvareda se notó en el camino. Un torbellino elevó su espiral hacia el firmamento. Los niños y las mujeres gritaban de alegría. Alguien saltó al ruedo. Una sonora ovación se escuchó en el fondo de la pequeña plaza. La osadía del hombre estremeció al más valiente. El capote era la camisa multicolor y el animal corría presuroso, quizá estaba asustado.

Un extenso pase de pecho alivió a la muchedumbre y un olé se escuchó en los tendidos. Los gritos animaban a los músicos, que hicieron retumbar sus instrumentos. Se escuchó un hermoso paso-doble de antaño. La muchedumbre reía y lloraba... Los comentarios no se hicieron esperar.

La música acompañaba la faena multicolor. La brisa campesina de alegría animaba la batalla sin igual. Un afarolado abanicó la faena. El desplante no se hizo esperar. La multitud coreaba el valor del matador.

Un paso tras otro penetró en la arena. Las huellas fueron testigo fiel de aquel soberbio toque de pitón a pitón. Extendí la mano y acaricié las astas. Sentí miedo, un frío corrió por mi cuerpo.

Me estoy quedando solo en mi viejo carnaval, oyendo la música de esperanza en mi soledad.

Por Luis I. Rodríguez

viernes, 15 de enero de 2010

EL VIAJERO - cuento -



El abuelo llevaba en sus hombros un saco pesado. Las fuerzas estaban flaqueando, pero se esforzaba y se quejaba con su amigo imaginario. Un lamento se dejó entrever en su caminar, porque cada quien habla a diario con su interlocutor.

El amigo le animaba con el pensamiento, aunque no le podía ayudar. Pensaba en aquellos momentos felices de su niñez, eran su consuelo. Caminaba despacio, las gotas de sudor caían lentamente como pequeñas piedras que gimen bajo su carga.

El sendero era estrecho y la naturaleza pródiga, cuando se le acercó un niño y le preguntó: "señor, ¿qué llevas ahí? ¿te puedo ayudar?" El abuelo refunfuñando y con una mirada perdida en el horizonte respondió: "mis zozobras, mis pesares, mis desencantos, mis angustias..."

Jack sonrió, pareció no entender. Se hizo el desentendido. El silencio abrigó la compañía. Los dos se miraron sin pronunciar palabras. La mirada del anciano se perdía en el horizonte; algo le interrogaba. Sentía la presencia de algo. La respiración profunda del niño animó el ambiente. Una sonrisa enmudeció al anciano. Jack invitó al descanso y aceleró la afirmación: "sería interesante valorar tu carga y examinar tus zozobras, tus pesares, tus desencantos, tus angustias..."

Gregory vaciló y sintió miedo. Las manos temblaban como si tuviese una enfermedad. Quiso tararear una canción de cuna o pronunciar una palabra. La impotencia se apoderó de su ser. La nada le invadía. Su mirada seguía como perdida. El viento le animaba y era su dulce compañero.

Jack se acercó y animó a Gregory, quien permaneció mudo. Una sombra negra pasaba milimétricamente y el silencio atestiguó la vacuidad.

"Déjame ayudar a llevar tu saco", dijo Jack. No, contestó el anciano. Eres un niño para llevar cosas tan pesadas y ajenas. Los hombres deberían llevar consigo sus cargas. Jack sonrió e invitó al anciano a mostrar el saco. Así lo hizo, pero, he aquí el saco estaba vacío.

"En realidad, dijo el viajero, había en el saco dos cargas demasiado pesadas para ser soportadas por mortal alguno; pero había olvidado que una era de ayer y se fue"; "¿Y, la otra...?", preguntó Jack. "La otra era de mañana y no ha llegado aún...". La vida es una constante batalla entre el sentido y el sinsentido. La vida tiene sentido cuando el hombre comienza a vivirla a plenitud.

Jack sonrió al escuchar la sentencia y le dijo al abuelo: "el hombre se dobla bajo el peso de las zozobras, de las angustias de ayer y de mañana... El hombre tiene que aprender a llevar el saco de la vida desde hoy. Gregory siguió el consejo y se puso en marcha. Hasta hoy, no lo he encontrado...

Por Luis I. Rodríguez

lunes, 11 de enero de 2010

EL VIEJO ARMARIO




Fue una noche de verano. La luna clareaba en el firmamento. Estaba soñando. En realidad, no lo sé.

Alguien golpeó a la puerta; los perros -amigos fieles y sinceros - ladraron. Estaban calmados, como si conocieran al visitante. Lo acompañaron y jugaron un instante.

Abrí la puerta. ¡Oh sorpresa! Un saludo cariñoso recibí del carpintero de la comarca. Él había escuchado un comentario que en casa se solicitaba a alguien para reparar un viejo armario.

El viejo armario de cedro perteneció a dos generaciones y necesitaba una reparación, probablemente un cambio de entre paños, una limpieza o lijada de los cajones. Los inquietos bisabuelos y abuelos habrían guardado en él sus escritos, sus misterios, sus encantos. ¡Qué sé yo!

El carpintero comenzó a reparar el armario. La delicadeza con la que trataba la madera me asombró. Cada pieza era una hoja misteriosa que guardaba recuerdos. La pieza traía su sustancia, una pregunta, una ensoñación.

La remodelación exigió mucha concentración y seguridad. Con ello, él no quiso perder la línea. El trato fue especial. El amor a su trabajo me inquietó. Sin embargo, no quise interrumpir su labor.

El viejo armario le dio ciertos problemas. Las piezas parecían no encajar ahora. Con serenidad, José calculó el puesto de las partes. Lo armó mentalmente. Se dijo a sí mismo, está hecho. Se sentó en silencio. Descansó.

Una ligera brisa entró por la ventana. Los perros ladraron como si alguien hubiese llamado a la puerta.

José recogía sus utensilios. El armario yacía intacto en su nicho. De repente, una hoja se abrió y un cajón salía lentamente.

Un frío recorrió el ambiente. Mis piernas temblaban y de mi garganta no brotó ni un lamento, ni un grito.

El cajón regresó a su puesto y la hoja se cerró bruscamente.

Escuché a alguien salir de la casa. Me moví estrepitosamente, pero no podía seguir sus pasos.

Pedí auxilio a José. Pronto, él estaba a mi lado. Parecía sonreír. Tocaba con sus manos el armario. Lo acariciaba con ternura como si fuese una joya encantada. Sentí curiosidad y traté de preguntar acerca de lo visto.

"Oh, ese viejo armario me pertenecía", contestó José.

Quedé anonadado. No pude pronunciar palabra. Mi angustia siguió hasta la madrugada. Escuché el aullido de un perro.

José salió por la puerta. No le vi abrir la puerta. Todo estaba en silencio.

Desperté asustado y tembloroso. Un sudor frío y penetrante corría por mi cuerpo. Comenzó a amanecer...

Por Luis I. Rodríguez

viernes, 8 de enero de 2010

SUSTANTIVIDAD INTERNA


"Y la vivencia misma es viva..."

Xavier Zubiri


Hay luz en la profundidad del alma,
la belleza refleja el encanto del ser humano;
un pensamiento brota de la inmensidad celeste,
la energía de la naturaleza irradia en resplandor.

La belleza interroga al hombre en su quehacer
filosófico; el asombro lo hace más humano
al contemplar una quimera que muestra
su espectáculo tras una profunda ideación.

El habérselas con las cosas conlleva una habitud,
funda la posibilidad de una suscitación,
la respuesta está a flor de piel por fruición
en el camino del decurso vital.

Hay luz en la profundidad del alma,
somos pura sustantividad interna,
jugamos la vida a cada momento
desde el íntimo modo de afirmarnos.


Por Luis I. Rodríguez




martes, 5 de enero de 2010

CABELLOS RIZADOS EN LA SOLEDAD - cuento breve -


La luna extiende su cabellera rizada en el firmamento. Sus rayos penetran solemnes la naturaleza. El hombre en su penumbra sueña instantes de vida nocturnal. El amor a la naturaleza extiende sus brazos y una voz femenina retumba en su ser. La imagen de la mujer ignora un pensamiento y huye en el silencio de su soledad.

El hombre sale en su búsqueda. Los árboles son la compañía de la mujer. Ella se esconde. Cada tronco parece ser una tenue figura. La ilusión se apodera y el canto de la brisa calma al perseguidor. Las gotas de sudor caen por su rostro. Un frío penetrante recorre su cuerpo. La imagen lo abraza y un grito embrujador se escucha.

El hombre despierta desconsolado. Una hermosa mujer está secando el sudor y dándole un vaso con agua. Presuroso el hombre la abraza y decepcionado descubre aquellos cabellos rizados en la soledad...

Por Luis I. Rodríguez

viernes, 1 de enero de 2010

UN VIAJE... - microcuento -





Empieza un nuevo amanecer...
La grisácea luz deviene y el trinar de los pájaros despierta al hombre.
El sol proyecta sus rayos esplendorosos. Los animales regocijados salen de sus guaridas.
El hombre está pensando en viajar, en soñar...
Hubo un gran silencio en el recinto del alma.
El hombre está saliendo a la búsqueda de su Isla Desconocida...

Por Luis I. Rodríguez