“Toda la Literatura consiste en un
esfuerzo por hacer real la vida”.
Fernando Pessoa
En la Literatura se encuentra la sabiduría de los pueblos. Cada símbolo representa una realidad, una vivencia en la que el ser humano deposita su ser. Las palabras son aquellas gotas de agua que en las flores amanecen, son lágrimas de la luna que de noche llora. La palabra es la substancia del discurso, elevando la mente al nocturnal etéreo, creando espectros que enriquecen el espíritu.
La Literatura es la preciosa piedra filosofal, que cual signo, exteriorización y permanencia, enriquece el ideario del insigne principiante que se atemoriza con tratar de plasmar “algo” que sale de su “ser”.
La Literatura trata del “espíritu de la letra”, como dice José Ortega y Gasset. En realidad, la Literatura es “el arte de crear belleza”, expresándola por medio de la palabra.
El hombre es un espectador activo que está interesado en “el signo”, en todo aquello que permanece guardado con significado. La búsqueda es permanente y, por cuanto, el arte constituye un medio de realizar la belleza por medio de la palabra.
El escritor es “el creador, el realizador, el artista literario” que utiliza signos lingüísticos para dar vida. La palabra es vida y se hace vida. Con razón escribía Alfonso Reyes que “la vida de la Literatura se reduce a un diálogo: el creador propone y el público responde con sus reacciones tácitas o expresas”.
El lector es el agente activo que sigue la secuencia vivencial del escrito y posibilita realidades que penetran en la existencia. Por eso, entre estas actitudes surge una intermedia “la comunicativa o crítica”, una postura activa.
El escritor depende del medio en que actúa. La creación es una imagen fantástica o real de todo aquello que quiere plasmar. La realidad existe sólo en cuanto acción y, el escritor se realiza existiendo en sí mismo, vivenciando una realidad transformadora.
Por Luis I. Rodríguez