En la noche estuvo caminando sedienta y pensativa.
Un resplandor apareció en la inmensidad,
holgando en la cabeza un tenue espectro de amor,
susurrando un pensamiento de intrigante vigor.
La luna con su esplendorosa cabellera
aprisionó consigo al amante enloquecido,
apareció un dulce aroma de ternura rondando
y una presurosa mano acarició la mía.
Los árboles movieron sus armoniosas ramas
como invitando a la danza de la soledad,
un escalofrío recorrió el paraje humano y
una lágrima de piedra brotó en la oscuridad.
Las figuras nocturnas salieron de la penumbra,
como moviéndose al son de la música celestial
una potente luz en el horizonte señaló
el camino del paraíso en el nocturnal.
Y las formas intercambiaban su sentido metafórico
en el quehacer andariego del gélido amanecer.
Los sonidos del viento reanimaron
en el crepúsculo matutino al sonriente gusano adormilado.
Por Luis I. Rodríguez
Un resplandor apareció en la inmensidad,
holgando en la cabeza un tenue espectro de amor,
susurrando un pensamiento de intrigante vigor.
La luna con su esplendorosa cabellera
aprisionó consigo al amante enloquecido,
apareció un dulce aroma de ternura rondando
y una presurosa mano acarició la mía.
Los árboles movieron sus armoniosas ramas
como invitando a la danza de la soledad,
un escalofrío recorrió el paraje humano y
una lágrima de piedra brotó en la oscuridad.
Las figuras nocturnas salieron de la penumbra,
como moviéndose al son de la música celestial
una potente luz en el horizonte señaló
el camino del paraíso en el nocturnal.
Y las formas intercambiaban su sentido metafórico
en el quehacer andariego del gélido amanecer.
Los sonidos del viento reanimaron
en el crepúsculo matutino al sonriente gusano adormilado.
Por Luis I. Rodríguez